Aunque en términos estrictamente tecnológicos algunos pasajes al leerlos hoy tienen un sabor añejo en el lenguaje, y lo que allá por mediados de los '80 era considerado última tecnología, lo importante del libro mantiene toda su vigencia. Porque más allá de nuevos sistemas operativos, capacidades, velocidades y todos los avances que la informática tiene para ofrecer, la crítica de Roszak apunta a la forma en que el hombre se posiciona ante esta nueva tecnología, como la mistifica y la embiste de cualidades que aún hoy exceden sus posibilidades; sobre todo la inteligencia. En este sentido, el autor remarca cómo suele pensarse a las computadoras como inteligentes, y se olvida pronto la inteligencia humana que es capaz de inventarlas y hacerlas funcionar.
Roszak asume también en el prólogo las críticas que en su momento se hicieron de su libro, sobre todo las que lo calificaron de "neoludita", en referencia a aquel movimiento de destructores de máquinas ingleses de los tiempos de la revolución industrial. Pero no lo hace desde la una lectura que considera errónea del ludismo, es decir, aquella que los ve como retrógrados irracionales que se niegan al progreso, sino recuperando el espíritu humanista de los viejos luditas, que sobre todo tenían un espíritu humanista que destaca Roszak, al advertir sobre la alienación del hombre cuando se somete a la lógica de las máquinas.