En la década de los ochenta se produjeron dos hechos clave que propiciaron que las patentes empezaran a formar parte de la vida cotidiana del hombre de la calle. En primer lugar, una decisión del tribunal supremo de Estados Unidos que resolvió considerar la vida como un invento y, por consiguiente, permitir que la Oficina de Patentes de Estados Unidos concediera patentes sobre la vida.
Otra circunstancia clave fue la introducción de las patentes y los derechos de propiedad intelectual en la Ronda Uruguay del GATT (precedente de la actual Organización Mundial de Comercio) por parte de Estados Unidos. Así, durante los últimos años del siglo XX se han concedido patentes de conocimientos tradicionales y plantas autóctonas. También para microorganismos, genes, animales e incluso células y proteínas humanas.